Lecciones que aprendí en el pasado que están haciendo mi vida ahora más fácil y satisfactoria
Hoy ha sido un día largo y satisfactorio. Creando nuevos lazos, vínculos, reforzando los existentes. Una de las lecciones más grandes de mi vida, ha sido darle la importancia que merece el vehículo más poderoso de bendición, abundancia y prosperidad que existe: la amistad.
Dejar de lado el discurso pretencioso de la envidia, la perorata hueca de lobo solitario, la idea arrogante de "yo sola puedo", es otra de las lecciones que más alegrías ha traido a mi vida. Un día decidí reconocer que si estaba sola y toda la gente me despreciaba, algo mal había en mí. Le pregunté a personas cercanas qué era lo que más les molestaba de mí, y recibí sus respuestas con apertura, con ganas de hacer cambios en mi vida. Estos cambios no se debían a que yo quisiera agradar a los demás, eran cambios que yo sentía que debía hacer porque mi inteligencia me hacía ver que algo estaba fallando porque me sentía sola, o la gente me evitaba.
El primer comentario que recibí de una persona que notó mi cambio, y que nunca olvidaré, mirándome con algo de preplejidad, sonriendo a medio lado, sentada en la barra de aquel restaurante, fue: oye, me gusta esta versión relajada de Emma. Ahí entendí que iba por buen camino, haciendo lo siguiente:
- No tomarme las cosas personales.
- No tomarme nada a pecho, ni con tanta seriedad o solemnidad. Es decir, hay momentos para ello. La cuestión es que no todo, todo el tiempo es serio y solemne.
- No quejarme incesantemente, mejor, buscar una solución.
- Ser empática. Esto es, no necesito entender lo que siente la persona, para ser empática. Basta con saber qué es lo importante para esa persona, puede que para mí no sea importante pero para esa persona lo es y eso debe ser suficiente.
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